domingo, 5 de abril de 2009

Agridulce

El otro día, fui con Argenis y Ana Constanza a comer comida china, lo cual, ya no hacemos con mucha frecuencia, pues, a diferencia de la mayoría de los niños, mi hija no es muy afecta a este tipo de comida convirtiéndose en tragedias cada salida de este tipo. Sin embargo, debido a que tanto su papá como yo, si disfrutamos mucho de esta gastronomía, nos hemos dedicado a escudriñar en el menú, con tal de conseguir el plato que a ella le guste para que su pequeño paladar asimile nuevos sabores de acuerdo a sus propias preferencias y vaya creciendo con cada nueva experiencia. Primero intentamos con el arroz, ya que es excelente en este sitio, pues lo preparan en forma suave y delicada, pero no tuvimos suerte. Luego pensé en el pollo con miel, el cual es dulce y ampliamente aceptado por los pequeñitos, pero Ana C. se empalagó muy pronto y tampoco le gustó, por lo que deseché pasar al pollo agridulce como siguiente opción y en la ultima oportunidad probamos con los tallarines y el resultado fue increíble!!!!!! No solo le gustó sino que comió pollo, carne de res y cerdo sin ningún tipo de problema. Como no se nos había ocurrido antes??? Por fin tuvimos ese día un almuerzo en el que todos comimos a gusto y quedamos satisfechos sin tener que buscar soluciones para llenar la barriguita de quien no había disfrutado la comida en oportunidades anteriores.

Espero que llegue pronto el momento en el que mi hija, empiece a disfrutar la comida que podría decirse es un poco mas compleja de lo que estamos acostumbrados a comer.

La comida salada-dulce, siempre está presente en mi cocina, porque desde pequeña conocí esta combinación y me gustó (recuerdo los pastelitos de queso amarillo con mermelada de fresa que le encantan a mi papá y que nos preparaba el mismo); luego, con el pasar de los años, he incorporado además el agridulce, que en la gastronomía de algunos países asiáticos, es evidente como se ha logrado la combinación de dos opuestos y se ha creado algo nuevo, que es una delicia para el paladar, no solo por su mezcla en si misma, sino porque realzan los sabores de los alimentos con los que se concilia. El cerdo por ejemplo, se hace mas dulce y el pollo menos aburrido. Ahora, claro esta que si se omite ese balance que origina tal composición, estaremos en presencia de algo distinto, que será determinado por el exceso en el que se ha incurrido y la amargura o la dulzura, predominará según sea el caso.

Tal y como ya lo he comentado, es un hábito que tengo ver lo que me sucede o sucede a mi alrededor y asimilarlo o relacionarlo con el plano culinario, lo cual, me ha permitido muchas veces comprender ciertas cosas o darles un giro de 180º y, en otras ocasiones, sencillamente, expresar ciertos pensamientos, pues la comida tiene un lenguaje universal que todos entendemos aunque no cocinemos.

La comida al igual que nuestra existencia, necesita de ese equilibrio para lograr lo que todos buscamos (aún sin saberlo) y que muchas veces llamamos felicidad, cuando en realidad lo que queremos es armonía, pues la felicidad, es ese instante de placer que sentimos al probar algo que nos gusta, pero el concierto de ingredientes será lo que demarque el sabor que predominará en nuestra vida.

Cuando la vida tiene un sabor que no me gusta, busco que es eso que esta sobrando o esta faltando, por ahí se empieza... 

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